Tarzaán

Alejandro Villalobos

Crítica

Alejandro Villalobos , Pintura

Alejandro Villalobos: el rey de la selva menos popular

Por Andrea Solano B. | Agosto 2019

Su nombre artístico es "Tarzaán", pero a diferencia del personaje cinematográfico, Alejandro Villalobos se sumerge en la selva tropical impenetrable para hacer visible, por medio del arte, un paisaje natural real que muchos se niegan a ver

Montañas azules y curvilíneas sobresalen en un lienzo uniforme que es el cielo. Mientras tanto, en la tierra, los árboles, los caminos, los cultivos, las flores y las aves deslumbran con los colores únicos que les otorga la luz tropical.

Esa es una escena típica de una obra paisajista, pero el trópico costarricense también tiene neblina, frío, humedad, tormentas y, sobre todo, lluvia en cantidades industriales, acrecentada hoy por los efectos del cambio climático.

Bajo el seudónimo "Tarzaán", el artista costarricense Alejandro Villalobos Cabezas (1962) ha explorado en sus obras una cara del paisaje local que muchos no quieren ver, pero que está ahí presente buena parte del año.

"He caminado mi paisaje antes, literalmente. Yo miro las nubes, la lluvia, el frío, la niebla y la exuberancia del bosque, una realidad natural que el costarricense promedio no percibe en su plenitud. Existe una desvinculación entre el entorno y sus habitantes y esa desvinculación nos hace creer ilusamente que vivimos en un eterno verano tropical donde todo es bucólicamente perfecto", declaró Villalobos quien trabaja este tema desde hace aproximadamente dos décadas.

Sin embargo, el paisaje ya lo había cautivado desde años atrás, cuando en 1977 con tan solo 15 años de edad, ingresó a la Casa del Artista y ahí tuvo al reconocido paisajista Ricardo "Chino" Morales como primer profesor de pintura. Fue por esas fechas que el arte lo cautivó hasta convertirse en una verdadera pasión.

El artista identifica a los pintores costarricenses "Chino" Morales y "Rafa" Fernández así como al holandés Rembrandt y al inglés J.M.W Turner como sus principales influencias pictóricas.

La pintura le abrió el camino y, en 1986, ingresó a la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica (UCR) en donde estudió la especialidad de grabado en metal, bajo la tutoría de maestros de la talla de Juan Luis Rodríguez y Rudy Espinoza.

En 1990 participó de una pasantía por tres meses en el Print Making Workshop de Nueva York, experiencia que describe como “vital” para el desarrollo posterior de su obra gráfica y pictórica.

El grabado en metal lo llevó a experimentar con técnicas no tradicionales en la pintura contemporánea, específicamente con materiales industriales para representar ese paisaje abrumador en todo su dramatismo.

“Mi técnica mixta para pintar por lo general integra barnices y pinturas industriales, polvos metálicos, tintes para madera y pintura asfáltica”, agregó el artista.

El uso de materiales más bien contaminantes para ambiente es una manera de protestar, desde la creación artística, contra las acciones insuficientes que como sociedad estamos tomando para combatir la crisis ambiental.

Otra mirada

Villalobos prefiere los grandes formatos y cada obra es un desafío para los sentidos. Son atmósferas saturadas de humedad, de calor, de nubosidad, de oscuridad en pleno día que, al observarlas con cuidado, resultan asombrosamente familiares.

“Sus pinturas son amenazantes porque nos dicen, a rajatabla, que somos seres minúsculos ante un todo, y que la naturaleza y el clima nos poseen y dominan, somos apenas una partícula ante la inmensidad. El observador puede ver el momento justo después de llover, sentir la humedad excesiva de la jungla tropical o el frío de los bosques nubosos. Villalobos de forma agresiva presenta una Costa Rica desnuda, atemorizante y exuberante”, escribió Daniel Soto Morúa, curador del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) en un texto sobre la exposición “Simplemente paisaje”, que se mostró en dicho espacio, entre marzo y julio del 2018.

Esta muestra le mereció el Premio Nacional en Artes Visuales Francisco Amighetti 2018 en la categoría Bidimensionales. El jurado consideró la exposición como “una rica investigación y experimentación técnica, tanto en los medios como en los instrumentos, da pie a una amplia variedad en sus paisajes, cada uno con un particular carácter expresivo”.

De acuerdo con Soto, si bien el trabajo de Villalobos es esencialmente pictórico, el grabado ha dejado una huella profunda. “De alguna manera, su obra posee una carga significativa de la técnica del grabado, pues en ella se deja ver el tratamiento del rodillo, el pincel, las herramientas caseras y una serie de recursos que deambulan entre lo póvera (arte pobre) y lo lúdico”.

La experimentación va más allá de los materiales y se extiende a la técnica. Una de sus obras más reconocidas es Silva pro nobis (2006) instalación compuesta de 60 cilindros de cartón intervenidos con pintura con la cual el artista propuso “recrear” el bosque autóctono costarricense en espacios públicos. Estos “árboles” fueron plantados en medio de la selva de concreto, que es el hábitat natural de muchas personas.

Actualmente el artista trabaja en una exposición que presentará en noviembre en la galería Art Flow, en Escazú. “Estoy recopilando obra ‘reciclada’ y pintando unos cuantos lienzos nuevos. Es una muestra inspirada en algunos paisajes captados durante el recorrido ‘El Camino de Costa Rica’, una caminata de 14 días desde Barra del Colorado hasta Quepos. La exposición busca recaudar fondos para la Asociación Mar a Mar patrocinadora del Camino de Costa Rica y de sus proyectos de desarrollo rural”, destacó Villalobos.

Además de artista, Villalobos también ha desarrollado una intensa labor como docente en la Universidad del Diseño, el Instituto Creativo, el Colegio de Artes Plásticas, en la Casa del Artista y en colegios públicos.